El periodista, director y presentador del programa ‘Más de uno’ de Onda Cero, Carlos Alsina, recibió anoche de manos de sus majestades los Reyes el prestigioso premio Luca de Tena de periodismo, concedido por el diario ABC. Es la primera vez que este galardón recae en un profesional dedicado exclusivamente a la radio.

A continuación, reproducimos el discurso íntegro de Carlos Alsina a la hora de recoger el premio:

Charlatanes. La radio es de charlatanes Esto me lo dijo con inquina cuando le comuniqué que dejaba el periódico. Este periódico.

Majestades, autoridades, colegas... Yo velé mis primeras armas en este oficio como becario en esta casa, por la que tanto respeto y tanta gratitud he sentido siempre. Fueron armas defensivas, también he de decirlo, porque me tocó un jefe de sección al que, en 13 meses, jamás vi de buen humor. Motivo tenía.

El ABC del año 90 tenía 130-140 páginas diarias, en que había una reunión por la mañana con Ansón para repartir el espacio entre las secciones para el día siguiente. De las 130 páginas diarias, a nuestra sección venía a corresponderle media. Media con una columna de publicidad de salida.

La sección se llamaba Sociedad, Reportaje y Ecología. Pero no cabía ninguna de las tres cosas, como podéis imaginar. De manera que nuestro jefe estaba malhumorado, pues nos mantenía ocupados llamando a fuentes, haciendo entrevistas, preparando reportajes en profundidad de dos párrafos, dándole mil vueltas al título de la única crónica que íbamos a poder publicar o haciendo breves.

Aquí aprendí que hay 77 formas distintas de redactar un breve de línea y media y ninguno asegura que se vaya a publicar.

Su celo profesional era encomiable. Cuando los redactores, a última hora de la tarde o de la primera de la noche, nos íbamos a nuestras casas, él permanecía aquí. Dejaba pasar un rato, descolgaba el teléfono —no había móviles todavía entonces— y nos iba llamando uno a uno a nuestros domicilios para seguir conversando sobre lo que habíamos hecho durante el día y los planes del día siguiente. Era entrar a casa y estaba sonando el teléfono.

No era cómodo... Como ya ha prescrito, puedo confesar que alguna vez fingí que yo era otra persona para que él colgara. Yo agravaba la voz de mi hermano o un vecino... Una vez le dije: "Soy mi padre".

Otra lección que aprendí: no falsees tu voz, porque somos la voz que tenemos y las cosas que contamos. Y esto es precisamente lo que nos hace útiles: tener una voz propia y no emular las voces de los demás.

Bueno, pues a este jefe de sección es a quien yo tuve que comunicarle que dejaba el periódico. Le dije que me ha salido un trabajo y me dijo: "¿A ti te va a salir un trabajo?" Le dije: "Es en la radio, que es el medio que más me gusta".

Fue escuchar la palabra radio y se encolerizó. Se quitó las gafas, se restregó los ojos, y —miope perdido que era— me dijo: "Pero tú eres tonto. ¿Cómo vas a cambiar el periódico por la radio? La radio es de charlatanes. La radio es de feriantes".

Pensaba que cometía un gran error. Me dijo: "El periodismo se hace en el periódico". Y yo pensé: "Serán los de Nacional, que tienen 50 páginas diarias por delante".

También perseveré en mi decisión. Seguí recogiendo las cosas. Y entonces él me dijo: "Y además, ¿no te das cuenta de que si te vas a la radio nunca te darán el Luca de Tena?"

Ahí flaqueé.

¿Qué estudiante en prácticas no ha soñado con verse con smoking en una velada como esta, recibiendo un premio a su trayectoria? No. Pero me repuse. Cambié el periódico, la prensa escrita, por la radio.

Desde entonces no he parado de escribir. Porque en la radio es verdad que somos charlatanes. Pero también escribí una barbaridad. La radio también es texto.

Y todo lo demás que he aprendido en este oficio lo he aprendido haciendo programas de radio todos los días.

He aprendido que la palabra hablada es tan noble como la palabra escrita, a la que siempre precede y siempre sucede. He aprendido que el punto de partida siempre es una pregunta, y que escuchar la respuesta a esta pregunta es lo que te permite recorrer el camino que te lleva a otras repreguntas.

He aprendido —o creo que he aprendido— a distinguir los hechos de los relatos, a distinguir los principios de los cambios de opinión, la realidad de la impostura, la crítica del linchamiento, y el humor o la broma del escarnio.

He aprendido a conocer nuestra historia y a cultivar la memoria. Y he aprendido a callarme. ¿Quién lo diría? He aprendido el valor del silencio en la radio.

Tengo claro que es una partitura que se compone de palabras, sonidos y silencios. Porque muy a menudo el periodismo en la radio solo consiste en dejar que suene lo que está sucediendo.

No tuve nada que explicar a los oyentes la mañana del 1 de noviembre en Valencia para que sintieran, como todos los que estábamos allí, el alivio al escuchar el motor del primer camión que traía maquinaria pesada, abriéndose camino entre el barro en la avenida que une Benetússer y Alfafar.

Y nada hizo falta que dijera yo cuando una vecina de Paiporta, renacida, nos contó cómo había sido rescatada por el vecino de arriba, que habían abierto a golpes un agujero en el tabique de la escalera para que el chaval pudiera meterse por el agujero y tirar de ella, que estaba flotando en el agua.

Ella, inconsciente, fruto de la hipotermia. Y ellos, temerosos de que se les muriera en el rellano.

Porque a menudo, en la radio, el sonido es lo más parecido que tenemos a una fotografía. Está todo ahí.

Copiando lo que escribió Antonio Machado sobre la Real Academia, digo que de la radio tengo tan alta idea por lo que ha sido, por lo que es y por lo que puede ser.

Cuando Julián me comunicó que me habían concedido este premio, me dijo: "Creo que es la primera vez que te lo comento de alguien que solo hace programas de radio".

Así que entenderéis lo que para mí significa recibir este premio. Y en esta casa.

Gracias, miembros del jurado, por haberos fijado en la radio. Y, sobre todo, gracias por haberme librado de este peso con el que he cargado en soledad los últimos 35 años, con esa duda que me reconcomía.

La duda era: ¿y si quizá malogré una prometedora carrera periodística al dejar el ABC y casarme con el micrófono?